Un viaje adentro por carretera destapada – Parte II

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Emparamado se tornó su tránsito por Mon y Velarde. La lluvia, tal como si fuera una vieja amiga lo alentaba en cada paso, lo acompañaba, se cercioraba de no dejar ni un rastro de sequedad en toda la extensión de su cuerpo. Del pantalón, manaban pequeños arroyos distribuidos a la suerte por un par de piernas cada vez con más prisa de llegar, casi por instinto, al paradero.

Es un hombre vacío, un recipiente expectante a ser copado por alguna de sus versiones llenas de carácter, una incertidumbre cuyo objetivo es ser certeza; un ser en tránsito, hacía adentro.

El bus no se detuvo a pesar de las continuas arremetidas de la tormenta por frenar su avance; uno a uno los pasajeros observaron como aquella brisa amistosa se tornó en una masa negra; furiosa y caprichosa, patrocinada por la naturaleza con rayos fulminantes y crecientes demoledoras que hicieron de una aventura, de un salto a riesgo, el descenso de algunos que habiendo llegado a su destino, no tuvieron más alternativa que bajar; incluyéndolo.