«Yo no tenía derecho a existir. Había aparecido por casualidad, existía como una piedra. Mi vida crecía en todas direcciones.»
Camus
Desde que empezamos a preguntarnos el porqué de nuestras vidas, de nuestras emociones, de nuestra felicidad y de lo que nos rodea, nos damos cuenta de que pueden pasar muchas cosas por nuestra mente; la existencia a veces pareciera innecesaria, otras veces resulta una alegría inconmensurable, pero cierto es que en algún momento de nuestra humana vida nos planteamos ciertas preguntas que van marcando la ruta de cada camino: qué soy y qué quiero… ¡podría interpretarme como una reacción entre períodos de crisis moleculares y morales!
Pensar descubre o recubre la realidad, eso es lo que nos realiza en cierta medida,y sin embargo, en ocasiones no podemos disimular la angustia de la bruma, esa angustia que crece sin forma y se experimenta en caídas de profundidad visceral. Kierkegaard nos dice: “es una sensación que no posee objeto definido y que nace de la misma razón de existir, de esas posibilidades sin garantía que ofrece.”
¿Sobre nuestra existencia podemos decirnos alguna satisfactoria respuesta? Produce cierto asco y temor pensar que sólo por pensar es que puedo existir -cogito ergo sum-,
¿Dejo de pensar, de nombrar, dejo de asir y desear, luego, no existo? ¿Dónde nace ese vínculo simultáneo entre las cosas, las personas, las circunstancias y su múltiple interacción? ¿cómo puedo dejar de hablar de mí? ¿No hay salida, no hay escapatoria? ¿La conciencia es una cárcel de imágenes y palabras? ¿y entonces, Yo, una partícula ínfima del universo, puedo decir que sea Yo?
Me acuesto a dormir, ergo, no existo, soy un sueño.
Sin embargo, mis solipsismos no pueden negar que estoy dispuesto por naturaleza a convivir con todo mi entorno. Ni por la complejidad de las palabras ni por las dudas metafísicas, el curso del río invierte el camino de sus fluidos.
Pero lo cotidiano me está uniformando y las multitudes me están atrapando. Descuentos, cesantías, seguros de vida, perfúmes, transacciones. Los dogmas de las instituciones, los lobos vestidos de ovejas, las religiones, la ilusión de alguna patria, las corporaciones y su dominio global . Estoy atrapado, soy inmediato, descarnado, pixelado.
Tengo parásitos de insociable sociabilidad. Estoy reclamándome existencia…
«Si por lo menos pudiera dejar de pensar. Los pensamientos son lo más insulso que hay, más aún que la carne. Son una cosa que se estira interminablemente, y dejan un gusto raro. Y además, dentro de ellos están las palabras inconclusas, las frases esbozadas que retornan sin interrupción. Sigue, sigue y no termina nunca. Yo alimento esta especie de rumia dolorosa: existo. ¡Qué larga serpentina es esa sensación de existir!”
Sartre
Me defino por las costumbres que adopto, y éstas son muy diversas: soy perverso algunos días, otros días soy santo, el resto me la paso muerto o soñando. Mi pensamiento son costumbres, ergo, pienso luego existo, ergo, existir es aprender a olvidar lo que no soy yo. No vive en mí ningún hombre inmutable. Mi naturaleza serpentea.
Cuando aprenda a silenciar mi mente y ver mas allá de mis propios deseos, cuando mis pensamientos dejen de decir y aprendan a escuchar, no habrá nadie más, ni yo, ni idea de yo, sólo seré una isla de universo.
(sálvese quien pueda..)
(sálvese quien pueda..)
(sálvese quien pueda..)