Polyfauna: voces de diablo turbado

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Viernes, tal vez sábado, pero acá siempre es lunes por la mañana. Recojo el desorden de la mesa, mis almas atormentadas. Acecho entre las grietas, cazo mentes sueltas, lo suficiente perversas para invocarme. Vivo dentro de cuerpos arrojados al olvido, rasgados en el acantilado de los vidrios: vivo en el infierno de los vivos. Estoy aferrado al diluvio. Soy de esas tendencias de naturaleza muerta. Pedazos de madera carbonizados y el vapor de la maleza. En el sol, todo negro, y la luna, igual de oscura. Pedazos de objetos, materias muertas, desperdigadas por el suelo, durmiendo allí un frío perpetuo. Estoy hecho de latas, placas, metales, imágenes y  nombres forjados en el terror del tiempo, ni brillantes ni ruidosos, sólo lamentos de espíritus perecederos. Busco señales humanas, en verdad las busco, trato de encajar la cara en algún rostro inocente a la realidad, a la verdad. Tal como están las cosas, ser el espectador es idealismo necio: en el cortometraje de la historia soy el glitch desfigurado, el corazón distorsionado, el protagonista cotidiano.

¿Cómo debo empezar otro lunes cuando todo está vuelto del revés y ese lunes se repite y se repita una y otra vez? Corren de un lugar a otro, caminan en medio de una falsa prisa como un círculo maldito. Con los ojos expuestos al aliento de mi razonamiento, mis almas no salen de lo sucedáneo, sólo son murmullo reverberado junto a la falsa luz. Sus ritos son cambios de sentido, son peticiones viciadas, y sus dioses, los condenan a comer de mis platillos. Tantas gentes en desorden. Tantas voces falaces. Son inocentes, pero sobretodo, ignorantes. La excepción confirma la regla: son las voces de un diablo turbado. Los tiempos han cambiado, ahora es el nuevo orden del infierno, y si la fealdad nos trastorna, la belleza nos desmorona.

Ya están están los platillos servidos, la mesa esta sucia de almas atormentadas. La risa come porfiada. A mi se me hace agua la boca y se me mojan los ojos. Lo que veo un viernes en la mañana es la locura de otro lunes que sigue al lunes: cuestión de dietas diarias. Mis voces se engullen de teclas, bits, cuerpos eléctricos, networks, árboles plásticos, irrealidades deliradas. ¡Y tantas máscaras! ¡Tantas voces con máscaras! Pieles leprosas, ergo, indumentaria sintética, corazones ahuecados, risas puercas, camisas de leopardo, bolsos de lagarto, tinta de pulpo en las uñas, muerte de ballena en la fragancia, maniquís sin brazos, ni piernas, ni cabeza .¡Y tanto sentido de la elegancia! Cadenas, monedas, amuletos, joyas de montaña herida, cuerpos postizos, híbridos derramando saliva. Cabellos desteñidos, ojos de sol seco, en hombre y mujer, en bestia y espectro.

¿Acaso todas esas maneras de clasificar y nombrar al lunes, tienen sentido impar, alguna escisión final? ¿O son sólo una historia desvariada de un lunes personal, copiado, masticado, bifurcado, sintetizado, arrebatado? Damos la vuelta a las palabras y secuestramos en silencio a la realidad, y la asfixiamos de nosotros, y no nos queda más remedio que ésta soledad, y nadie con quien poder hablar. Tanto tiempo, tantas palabras, tanta realidad mundanal. Nos sumergimos en ella, la manchamos de existencia, y luego nos abandonamos al drama de su irrealidad ¿Nos falta la humildad necesaria para lograr cada uno poderse atormentar? No soy tan necesario para hacer el mal. Más bien la herramienta de un demiurgo oscuro que se alimenta de maldad.

Escucho detrás de las palabras. A veces es bello y suena a latir de corazón, pero también es oscuro y vacuo, y es carne que teje pesadillas.  Y tanto lunes que no deja espacio para imaginar, tanto tiempo que no se puede pensar ni procesar.

Manzanas mordidas con luz de ceniza, con la luz muerta mía. Manzanas que brillan pero que no están vivas. Y su halo grisáceo no entibia, que deja que la comida siga fría. Uno, dos, tres, teclas y bombillas encendidas, cuatro, siete, doce, laberinto neuronal, máscaras mías atrapadas sin salida. ¡Qué desperdicio de luz! ¡Qué difamación de la magia del color! ¡Qué desperdicio de calor! Algo de cariño para servir en la mesa, por favor.

Al final del pasillo del infierno otro lunes comienza : están los desahuciados, los niños del olvido. Sus risas marchitas se tiñen de lamentos. Esos niños son el brillo del fuego del infierno. Por su fuego es que siempre es lunes y siempre la comida está muy fría. Los niños de la calle me miran, en el alma se me precipitan. Son hijos de todos los tiempos, pero viven apeñuscados en este. Hablan viejas lenguas muertas, por eso tienen cráneos secos y ojeras tan espesas.

Siempre andan gritando…

((( Sub sole nihil novum )))
((( Sub sole nihil novum )))
((( Sub sole nihil novum )))
((( Sub sole nihil novum )))
((( Sub sole nihil novum )))

Nada nuevo bajo el sol…. Pero niños míos, a pesar de que tengan razón, no soy tutor, ni maestro ni amigo, soy el secuaz de la idolatría, del mundo mío, sólo mío. ¿Qué quieren de mí, qué les doy? Estoy abstraído, lleno de palabras sin sentido y la comida ya está fría. El espacio hierve, pero está destruido, desolado de fantasías, es todo como un infierno frío, intermitente entre ardiente y más frío.

Atrapando almas en el reflejo del reflejo podrido de dos espejos eternos. El aire está turbado de fantasmas. ¿Respirar es veneno o gesto de esperanza? Pero mis ojos se revientan de gozo con la belleza de esta mañana. Es lunes y apenas Dios comienza su labor artesana.  En medio de la orgía colorada, los pájaros pasan cantando y las flores iluminando… ellos también están respirando. Entonces no soy idea, ni el sujeto de ideas, ni mediana conciencia. Soy pájaro o flor, o soy un respiro callado de un silencio asfixiado de diablo turbado.

Los pájaros del cielo están regados por el suelo, están buscando su comida, ya están acostumbrados a que esté fría. Están rodeados de gigantes luciérnagas gordas de ira. Migajas, sólo migajas, pero comen con una candidez y prodigio de envidia.  Entre los pasos ciegos y sus intempestivas fotografías, no escapan, vuelan sin ansiar lejanía, no esconden sus plumaje de sol y la vida. Con ternura y sagacidad engullen la comida. Y los niños de la calle lo miran, esos hijos del olvido, en el fuego del infierno son aprendices de pájaro y son discípulos de flor. Yo me asomo al balcón de mis ojos, y la ternura de su canto me sana la mirada. Me siento a tocar la guitarra, a cantarme pensamientos blancos y de agua.

“Paciencia compañero y con el alma de velero” me digo. Y la comida no está fría, está servida, y se cae de la mesa y se riega por el suelo, y se derrumba dentro de la tierra y se esparce en las mareas. Tengo apetito, como los niños. Tengo aire de colores en los pulmones, como las flores. Tengo abrigo, estoy de cantos vestido, como los pájaros fugitivos. El espacio del infierno se retuerce, se muere y se constriñe, pero todas las máscaras que me rodean, todos los objetos, todo el alimento, es un juego que levita. Y este eterno lunes es el único tiempo, y es perfecto, y es sueño, y es una pesadilla divertida. Quiero caminar, pero vuelo. Quiero hablar, pero canto. Quiero desplomarme en mi locura, pero respiro. Quiero saber, pero esta lleno mi vacío. Quiero mover mi cuerpo y despertarme, pero estoy atrapado en mis ideas, en sus fantasías. No encuentro a mi madre, no encuentro a mi padre. Pero un árbol me seduce y un rayo me aploma. ¿Qué le pasa a la mañana que da vueltas y me engaña?

“ ¡Vuelve a tu conciencia! ¡despierta tu conciencia! ¡recupera la inocencia!” una voz dentro del corazón me grita. Pero si no entiendo esta pesadilla, sólo son palabras y fantasías que levitan. ¿Cómo agarro estos colores y la luz que los aviva?¿Cómo salgo de este laberinto sin salida? Mis manos no saben hacer escobas, ni melodías, ni caricias, ni pasteles de vainilla. Mis manos están secas, están paralizadas, tiene miedo de que lo que toquen sea pesadilla. No entiendo, tengo miedo. No puedo despertar, no puedo regresar. La realidad física retrocede, se agazapa de tanta simbología. Persas, egipcios, aztecas, romanos, incas, chinos. Estoy atascado en una rueda de tiempo, y no sé en qué época nacer. Veo máscaras de piedra, de madera, de papel, pegadas a cuerpo fríos que atacan en la mañana. Veo seres simbólicos que me castigan con ideas enfermas, me embadurnan en los pantanos de la hechicería.

La complejidad de este cuerpo humano es fragmentaria, a veces sí, a veces no. Todo está imaginado, determinado en el azar de lo probable. Si soy o no libre jamás importa. Solo quiero servir caliente la comida y bañar las caras de los niños, y escuchar sus risas y aprender sus juegos, pero soy indigno de su luz, yo no puedo despertarme,  no tengo esas plumas amarillas, la inocencia del dolor, el vuelo del fuego y la luz del sol, ni esa muerte de mentiras, fría pero viva, que en su calor calienta la comida y la transforma en vida.

Sólo me quedan las voces de los niños, atrapadas dentro de mi locura, en las voces de diablo turbado, que gritan y me zumban y me trastornan, esperando a que despierte. Sólo me queda aquel lenguaje indescifrable que escucho todas las mañanas…

((( Nihil est qui nihil amat )))
((( Nihil est qui nihil amat )))
((( Nihil est qui nihil amat )))
((( Nihil est qui nihil amat )))
((( Nihil est qui nihil amat )))

…Nada es quien nada ama.

Juan Camilo Tamayo

Abstracto, alien, melómano
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