No hay regreso

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Escondida entre dos olas que nunca van a encontrarse, perdida y diminuta como un grano de arena en la playa, está aquella ilusión que me movió tanto tiempo y que me trajo hasta aquí. No sé cómo será posible regresar. Tampoco entiendo por qué el retorno es siempre la primera opción.

El caso es que llevo bajo la sombra de esta palma algunas horas desde que desperté en esta orilla, con el cuerpo lleno de una peculiar arena roja que se extiende por toda la costa que logro observar. No quiero moverme. Quiero despertarme en otro lugar, el que sea. Quiero dejar de querer comprender. Ya no me interesa saber cuál fue mi lugar de reposo, ni de qué manera llegué hasta aquí sin un solo rasguño. Me quedaré en esta posición hasta que abra los ojos en otro lugar, quizás en otra playa, bajo la sombra de otra palma; o hasta que mi cuerpo sea otro y sea otro también el que piensa. De esa manera dejaré de sentirme perdido.

Ya no siento el pie izquierdo, no lo reconozco. Un enorme agujero se abre en el mar.

Pablo Carreño

Ustedes me (des)conocen más que yo.