Nadaísmo ciborg (aka Mestizofuturismo IV)

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Los Nadaístas invadieron la ciudad como una peste:
de los bares saxofónicos al silencio de los libros
de los estadios olímpicos a los profilácticos
de las soledades al ruido dorado de las muchedumbres
                     de sur a norte
al encenderse de rosa el día
hasta el advenimiento de los neones
y más tarde la consumación de los carbones nocturnos
                    hasta la bilis del alba.

Gonzalo Arango, Los Nadaístas

Arango: inicio y fin

Hay una Medellín que empieza en Arango y termina en Arango, quizás sea la de todos. Él es ese arquetipo de la bendición maldita de la tierra incoherente, partícipe de la agonía de un valle de nadie, profeta de la muerte de esa diminuta fábrica de místicos que exploró en la intimidad y a quien no solo escuchó hablar de su fallecimiento, sino que además recibió en brazos, justo cuando llegaba su última espiración. Arango acogió la ciudad delirante, se percató de la vida que aún quedaba en su inminente cadaver, y la utilizó para avivar la llama de un impulso rebelde, resistente, insurgente. Nos dejó la herencia de vivir rabiosos con la ciudad perra, también madre, tonta y sabia, paraíso infernal. A pesar de ti, te debemos lo que somos, pues no seríamos nada si no hubiéramos nacido bajo tu cielo. Pero aún entre la ensoñación del ciudadano que bebe de tu poesía, la violencia visita las rutinas como un ave nativa, que se posa en la rama creyendo no ser de paso. Pero lo es, como todo en esta especie de mundo, que es cada vez más un espacio sin cosas, como un cielo, o un vacío, donde el mestizo sigue verraco.

Dar la cara

Verraco abrió trocha sin mostrar su rostro. Aterrizó en el valle de forma anónima para paulatinamente revelar su identidad. O bueno, quizás la identidad no es lo que esté en este caso al descubierto, sino más bien una figuración de las variables que se cruzan en la mutación constante de quien se busca en las formas abiertas de sus herencias: un hijo de varias sangres, que fecundan lo nuevo, trascienden la frontera para expandirse en la voz, que aún tan robot, sale de algún corazón. De esa forma el fuero interno se alimenta de la máquina y se adhieren al punto de permitirle al ciborg control sobre cualquier amalgama posible de la mestizofuturritmáquina. En este sentido Verraco ha ido construyéndose con la sabiduría de un militante que no se apresura en la ejecución, sabe cuándo es momento para el silencio y cuándo para la granada, aún sabiendo que a ratos no quedará de otra que improvisar en la trocha. Su habilidad principal pareciese ser ese debido cuidado que tiene con el impulso que enciende su furia, de manera que se pueda encausar entre la sangre -dejando que arda-, aunque sin llegar a derramarla. Por eso un pulso electrónico reemplaza la bala, aunque la ira siga sosteniendo la textura que se abre en la sonoridad. Traducir su acción en sonar y la violencia en armónicos, no le impide al comandante reconocer cuando se agotan las formas que en algún momento parecen dirigir la marcha. Y entonces se quita la capucha, aunque sin desmovilizarse. De hecho, sus tropas brotan, y sus cultivos son ahora más frondosos, por ende tiene más infraestructura para defender su territorio, pasando de mero arriero, a comandante, por eso de las varias mulas, que le alcanzan para un ejército entero. Tal vez por eso no necesita taparse, porque los jefes dan la cara.

Ritmestizaje

Electro, techno, ambient, jungle, cortes, experimentación, espacios, drones, movimiento, quietud; hay demasiado aquí. Es una tecnificación de Medellín. La ciudad se funde en el pulso y el corte, el techno se apropia de la historia. La escultura del electro se toma las calles. La vida acontece en el break, nace de él. La escucha transmuta los saberes. La música fragmenta la masa. La sonoridad convoca al pueblo. El ritmo hace al robot. De la ritmáquina, las cosas participan en una simpatía establecida desde la espectromorfología de los ruidos libres, de tal modo que lo que conocemos como melodía, también se integra a la consideración del ritmo, ley nuclear en cualquier máquina sónica. Las figuras melódicas aparecen, entonces, cuando les place, como un fantasma entre la textura de la cacofonía que a ratos logra percibirse. El espacio se nutre con la sonoridad constante. El sueño es, de repente, resonancia. La libertad, aparece como algún silencio que no duela. El voltaje se manifiesta a favor de las frecuencias. Las ondas elásticas se tejen como un códice. Y entonces, la transferencia: el programa es introducido en el iniciado, que ya sin futuro, puede reconocerse mestizo sin el trauma de las preguntas del hombre puro.

RA.671

Todo se conjura con el RA.671, un documento hilarante, profundo, necesario. Nunca antes un podcast en ese espacio cibernético que es Resident Advisor había sido tan significativo para nuestro pueblo como lo es este manifiesto electrónico, donde antes de las máquinas de pulsos, los sintes, los ambientes y la cantidad de fuerzas sónicas que emite el torrente de frecuencias que dispara el comandante, se escucha en un tapete de ecos la voz del poeta, recordando la ciudad maldita donde a pesar de la muerte, se es un vivo soñando con ese baile de la libertad. A solas con la ciudad neón, resonando en un vacío de lo que parece no estar, pero ahí sigue, al menos para que el hecho de la insistencia mantenga el espacio disponible para las generaciones venideras.

Comandante

Para comandar una masa sónica no basta con la intención de liderar un movimiento. Es necesario lograr una suerte de balance entre la táctica y la estrategia. La primera se imprime aquí desde las formas que mutan en el oído mestizo y el método que las une desde el DJing; la segunda se establece mediante la indagación y la exposición de los elementos adecuados que trascienden la idea de la música como producto, de tal forma que se pueda asir una realidad sonora dentro de la cual se sostengan valores, memorias, lugares para la especulación y la crítica, a partir de la expansión de la escucha en una fonoficción profunda, llena de capas que solo auguran más fuerza al movimiento. Hoy seguimos diciendo mestizofuturismo, precisamente porque entre nosotros siguen proliferando este tipo de artefactos y subculturas que los confeccionan. Dispositivos colmados de mitología sonora que siguen alimentando nuestro sitio en la maraña del mundo, donde se hace lugar lo que no tiene, como si de repente fuera demasiado real ese mestizo de futuro arrebatado, intenso latir y clara noción de lo que es querer estar vivo.

Trascender en cajas de ritmos

Somos jóvenes, gente montuna intentando alcanzar las montañas, queremos ver lo que yace más allá. Ahí es cuando aparece la máquina de ritmos (en la mayoría de casos en DAWs crackeados) como un escape, como la herramienta que nos ayudará a trascender.

Verraco

La ciudad en llamas

Aunque de lata, el corazón de Medellín, de todos modos se arrugó. Nadie sabe qué es lo que late ahora, pero sabemos que hay un pulso que nos alienta. La gente se está ahogando porque la pequeña Detroit no aprendió a apagar el motor, porque como lo conectó a su corazón, no pudo evitar que estallara el uno cuando el otro ardió. La ciudad es historia. Su delirio la ahogó. Ya el nadaísta se adelantó al escenario. Verraco lo llena de eco y memoria, abstraído en las formas rítmicas que invaden el entorno post-apocalíptico sobre el cual teje un juego de pulsos digno de ser encuentro de lo mestizo en su crudeza, si es que la tiene. Esto por varias razonas, no tanto por los agentes implicados en la lista, sino por la figuración del texturritmo en la constante mutación de figuras fuera del género y la categoría tradicional. O quizás tiene un género todo el set: la piromancia, como ya reza el cuarto vinilo del sello local, en ese caso con una señal recibida desde otro frente del Sur, desde Buenos Aires, por otro agente de radical importancia para la mestizofuturritmáquina: Mekas, quien sugiere: «A través del caos organizado buscamos resurrección e inmortalidad. Sonido y furia al sistema».

50% LATAM

Hay de todos modos una clara postura política en el tracklist: 50% es cuota latinoamericana, lo cual ha de mirarse quizás como algo más allá de meramente querer demostrar que en el sur se hace música electrónica o que algún artista está em un supuesto punto con respecto a otros o en determinado contexto crítico. Más allá de esas formas banales de entender una lista de pistas, hay que pensar tal vez en las fuerzas que logran colarse en los patrones que edifican cada uno de los sonidos implicados. Las decisiones, objetos, momentos que constituyen la red de variables que terminan siendo las encargadas de dictar las curvas posibles de la escucha. Cabe recordar que no es un concierto, sino un podcast; que no hay pista de baile, solo una dirección en la web; que no hay discos, solo datos en discos hacia parlantes; que no están oyendo a alguien, sino a los ruidos, que nos dejan ser nadie y divagar en sus esquinas de cualquier baile.

Cambio

El nadaísmo no cambiará al mundo, pero sí me cambiará a mí. Es imposible pedir más.

X-504

Jeroglíficos

Si cada mezcla genera una curva, aquí se generan jeroglíficos, el registro de una noción de realidad. Y no solo eso, es el mapa de su transformación, códice de la transmutación del psiborg en la cosmogonía que se abre al cruzar la firmeza de lo antepasado, con la situación electrónica, de futuro maleable e incierta esencia. Así, la dinámica que establece la selección de Verraco parece no dirigirse únicamente por un entendimiento tradicional de lo que sube y baja, lo que se esconde o aparece, lo que progresa o disminuye. Se trata más bien de un aprovechamiento adecuado de las diferentes dimensiones que plantea cada pulsación disponible en la sonoridad de hoy que, cortante con la atmósfera, se atreve a renacer desde las cuerdas virtuales, cruzarse en el pad que muere para dar vida a un arpegio, o la grabación de campo que se cuela entre las figuras de diente de sierra de un bajo que a pesar de sostenerse, siempre termina por disolverse. Y no se olvida de abrir paso a micromontajes, granos de sonido, eventos microrítmicos que acontecen entre figuras de electro retrofuturista, logrando introducir lowercase y ambient entre ritmos complejos de jungle o techno, quizás por esa tendencia del mestizo a sacar provecho de los momentos contrastados, ambiguos, heterogéneos y fragmentados, como la ciudad que alguna vez ostentó primaveras eternas. Así se refina el detalle, y el jeroglífico se arma entonces entre beats, aconteciendo lo inesperado; eso que surge del intersticio entre el eco y el silencio, donde aparece tanto la escucha pausada, sedente y reducida, como aquella danzante, irracional y corpórea.

Aguante

Ya entendimos que hay muchos que no quieren escuchar. Pero nos sobrepasa la cuenta de quienes podemos decir que resistimos. Verraco es solo un arquetipo, la prueba de que en Medellín, aunque no haya futuro, lo imaginamos para darle una ruta a nuestra sensación de permanencia. Estamos escribiendo un libro sin letras, creando una revolución a punta de los oídos, porque entendimos también que de nada sirve pelear con los ladrones, ni los de oficina, ni los rastreros. Hoy preferimos declararnos firmes ante nada más que nuestro propio pulso de vida, el cual unificamos con los sintetizadores y samplers como una forma de continuar la corriente de esos que aún cuando les robaran el papel, cogían cualquier servilleta, y se ponían a decir.

Nadaísmo ciborg

Juntar los pulsos y dejar que los voltajes fecunden su propio suelo, sabiendo que en la sonoridad se puede cultivar la certeza de un panorama medianamente discreto con la condición cibernética del ser que vive en el sistema actual. Así la maquina nos permite reanimar unas cuantas cosas, traer de regreso a esos muertos, que en su visión inminente y cruda sabían más sobre las necesidades de este momento, que nosotros, los que creemos atender al presente, borroso como el pretérito que dice soportarlo. Estamos ahí, en un pulso sin retorno, con el sigilo de quien aprovecha el aviso previo como ventaja en la lucha por su libertad, no para ser solo un soldado que no muere porque se percató de la guerra antes de su llegada, sino por darse cuenta de que no pelea contra nadie y que su aparente lucha, es más bien un disfraz de la memoria, un espacio sin ideal, vórtice del pensamiento: Caosmos, desorden coherente, donde el mestizo no tendrá calma, si lo que busca es estabilidad. Por eso insurgir con la resonancia tan cruda, tan ardiente como otrora, pero en la levedad, como un ángel molesto, o al vez un demonio que merece una segunda oportunidad; da igual. Es lo mismo que con esa ciudad, perra y santa, ambigüedad hecha de calles, donde no queda de otra que seguir la rabia de la inteligencia que solo puede accederse desde la futurritmática. A fin de cuentas, toda la parafernalia es para decir que estamos aquí, firmes, atentos, con la fuerza que requiere un mundo para ser construido, a pesar de no tener con qué hacerlo. Lo saquearon todo pero nos quedaron los espectros de las cosas sónicas, que rebotan rozando lo que aún queda por devenir. Tenemos entonces los oídos atentos al llamado de los insurgentes, con los ecos en alto como si fuesen manos de los cuerpos que solían tener, con el mismo impulso que hizo al nadaísta, aunque aquí en las vísceras de un ciborg prematuro, que con un par de dispositivos en cajas inter-conectadas amplifica el rugido de una revolución. El valle está en una larga noche, y aunque nos robaron la luna, resta aún este zumbido en el oído, que quizás no nos ilumine, pero seguramente nos mantendrá aquí, resistiendo, sabiendo que esto que desde ya saboreamos en la escucha, es el néctar de aquel que traduce su resiliencia en canto y sabe que hacer música es liberarse hasta de sí mismo.

Al futuro mestizo

Traemos la ventura
del pueblo vacío
portando una sangre
que ya ni enfría
ni calienta.

Carecemos de cuerpo
somos espectro
norias del kernel
mestizos sin fe
en resistencia.

No bailamos
con el odio
de la historia
nuestra danza
es con la muerte
desnuda y firme
rutinaria.

Parecemos piedras
ante los destinos
somos al vibrar
entrenados sin futuro
con el corazón deshecho
desde siempre.

Nacimos muertos
en tierras del sueño
atiborradas de fábricas
que solitarias clamaron
supuesta libertad.

Pero nunca libres
las gentes ahogadas
llanto y penumbra
es el futuro
que solo apareció
como fiel fantasma.

Ya se juntaron las figuras
y sabemos la norma
claro es el objetivo
estrategia intangible
de nuestra resonancia
en ejecución.

Tan solo esperamos
una noche más honda
en la que buscaremos
un ruido claro
que sea la salida
en esta guerra silente.

Sabemos que oyentes
moveremos mundos
desde el pulso ígneo
con el que sopesamos
el amargor
de ser máquina.

Resistiremos
en un río sin corriente
remando sin barca
en la saqueada orilla
también confundida
por las cosas del hombre.

Escucharemos firmes
el revolucionario
canto de lo otro
rumbo vicario
de esta sangre incierta
que nos mantiene
aquí.

Miguel Isaza M

Cosa oyente y parlante.