Metellinum (IV)

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VIII

La ciudad perdió el tiempo
lo cambió por un espejo
donde pudiese ver su ego
hasta el punto de no distinguir
entre su realidad y la del reflejo.

Confundió vivir con morir
y logró juntar el mundo
como un juego del viento
y entendió el suspiro
como una libertad más profunda
que el ubicuo letargo.
 
No despertaremos con los ojos
porque ya lo vimos todo
y nada le sirvió a la retina
para evitar que la suerte
de las cosas invisibles
se llevara su tranquilidad.
 
Buscamos un último sueño
con el silencio que nos queda
para allí quizás respirar
aunque sea con esta vigilia
desgastada como el martillo
que la construyó.

IX

Una distorsión futura
llegó al pasado
y cambió el presente,
que anda ahora embelesado
en una forma inconclusa
de mañana envenenado de ayer.

Un silencio blanco
crea un eco incoloro
en la negra noche
de nuestros días
estruendos primarios
ruido de fondo.

Se exprime al antropos
para salir de el mismo
y hacerse sin tiempo
tras lo que hay
y luego distorsionarse
con la ausencia de hoy.

X

No se enteró el pensamiento
de las rutas fúnebres
que atendieron su llanto
y solo supo nadar
en los mares lentos
de su vacuidad.

No huyó, ni se asustó
no hubo quietud
no pasó el tiempo
y se ahogaron las ideas
en el mismo líquido
que las engendró.

Se encontró dos sombras
amigas pretéritas
que le recordaron
la soledad sin llanto
el silencio firme
que le regalaría
un anhelo de ayer.

Se encontró la imaginación
en sendas libres
que entendieron su canto
que secó el mar
para ser reemplazo
del agua.

Miguel Isaza M

Cosa oyente y parlante.