«Aunque ambas bailan juntas la danza en espiral, prefiero ser ciborg que diosa.”
– Donna Haraway, 1991.
Jacqueline Nova, futurista
Cuando pocos apenas se enteraban en Colombia de la existencia de una «música electroacústica» y sus respectivos universos, ya detrás de las máquinas, en Bogotá, había una mujer oyendo el futuro: Jacqueline Nova, quien está por estos días sonando en El maravilloso mundo de las máquinas, una exposición dedicada a su obra y curada por la compositora e investigadora Ana María Romano, quien presenta la obra de Nova a la manera de una instalación multicanal donde se incluyen tanto obras como documentos, entrevistas radiales y una serie de archivos fruto de ardua investigación de Romano, donde no sólo aparecen interesantes cuestiones en torno al feminismo y el rol de la mujer en el panorama musical contemporáneo, sino datos determinantes a la hora de analizar la senda del pensamiento musical y sonoro en la historia colombiana. Dice la compositora bogotana en su investigación:
«Jacqueline Nova desarrolló su vida artística entre 1963 y 1974, una breve y muy intensa carrera cuyo legado sonoro aún no terminamos de descubrir. Es recurrente la mención de Nova como la figura que dio inicio a la música electroacústica en Colombia. Sin embargo, la dimensión de sus contribuciones no debe circunscribirse solo a este campo, pues sus aportes pioneros se extienden a diversos capítulos en la historia artística colombiana. Si bien su lugar de enunciación fue el de compositora colombiana, al repasar hoy su producción podríamos ubicarla como artista sonora o artista interdisciplinar, categorías que en su momento apenas se vislumbraban en el medio.»
Nova nace en 1935 en Gante, Bélgica, tierra de su madre, pero profundamente colombiana, tanto así que pasó su niñez y adolescencia en Bucaramanga, tierra de su padre. Fue la primera compositora colombiana graduada, en 1967, del Conservatorio Nacional de Música de la Universidad Nacional. La Colombia musical del momento estaba obviamente en su mayoría sumergida en las corrientes populares, y en el caso de la academia, aún no se vislumbraban las liberaciones del sonido de las que hablaba Nova en su momento, haciendo eco de voces de la época como Luigi Russolo, las cuales por ese entonces eran más conocidas en otras zonas de Suramérica, como Argentina, donde estuvo como becaria del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM).
Cuenta Ana Romano en su investigación, que Nova en Buenos Aires tuvo fundamentalmente una expansión tecnológica y de visión, ya que «a partir de ese momento fue constante en su trabajo la creación para medios mixtos (instrumentos acústicos convencionales en conjunto con los medios electrónicos) y la creación interdisciplinaria», siendo está especialmente interesante si tenemos en cuenta que, según se ha rastreado en la obra de Nova en los siguientes años, cuando Nova retornó a Colombia en el 68, «desarrolló una gran cantidad de actividades paralelas a la composición musical, todas encausadas a la divulgación de la música contemporánea y que, en su momento, fueron las primeras de esa naturaleza en el país». Ejemplos de ello que menciona Romano son el ciclo radial “Asimetrías” presentado en la Radiodifusora Nacional de Colombia entre 1969 y 1970, la conferencia-concierto “La música electrónica” que presentó en Bogotá y Medellín en 1970 y la Agrupación Nueva Música, ensamble dedicado enteramente al repertorio contemporáneo.»
Jacqueline Nova muere en 1975 en Bogotá a causa de un cáncer de huesos, ya cumplidos los cuarenta años. «Su trágica y temprana muerte no sólo truncó una carrera en plena fuerza creativa», agrega Romano, para resaltar que la ausencia de Nova impidió radicalmente el avance del pensamiento sonoro en el país y con ello el desarrollo de la música electroacústica, el arte electrónico y las formas interdisciplinares, «ya que tras su muerte hubo un gran silencio de más de una década en la creación musical con medios electrónicos en el país.»
Sin duda Nova dejó un legado inigualable que hasta el día de hoy permanece desconocido dentro de muchos contextos y ausente en algunas versiones dominantes de la historia de la música colombiana. Sin embargo, es admirable cómo está mujer transmutaba el mundo de su momento en una manifestación nueva donde múltiples disponías, en un arte que hoy día sigue siendo nuevo. Si hay futurismo en la ficción sónica colombiana en términos de relación música y tecnología, sin duda Nova es no solo una pionera sino una fuente actual de conocimiento y posibilidades creativas. Pero hay, además, algo que no se puede callar: fue una mujer en un mundo de machos, por tanto no sólo era una rareza para el mundo musical sino para a sociedad de la época. Pero gracias a esta rareza, hoy tenemos puentes permanentes al mito del futuro más allá de cualquier imposición o fundamentalismo dominante con respecto a lo que el mañana debe ser.
Nótt
Nova no sólo abre entonces un camino para la música experimental, concreta y electrónica en el país, sino que deja una impronta: ser mujer. No propiamente en la Colombia más tolerante y ecuánime, Nova transgredió al manifestarse como mujer en un entorno donde el género representa una escisión determinante para el desenvolvimiento social, un gremio donde las mujeres no han figurado en la misma condición de los hombres; y no sólo eso: lo que aparecía musicalmente en el caso de Nova no era entendido de entrada, porque en su propuesta se trataba de un arte que hoy en día sigue siendo enigmático y original, pues hay en ella un complejo encuentro de instrumentos europeos, chamanismo y formas prematuras de un ciborg en términos de aquella entidad que, más allá de los géneros y fundamentos, se presenta como un fruto de la hibridez y la mutación de las tecnologías en su amplia denominación: materiales, inmateriales, mentales, tradicionales, etc.
Por eso más que limitarse a destacar la labor de mujeres como Nova, es necesario tratar de adoptar sus prácticas, su forma de asumir la mutación y la condición de personas que estamos tratando de superar dicotomías establecidas en determinadas versiones de lo que nos venden que debe ser o no el mundo, para asumir estados quizá más ecuánimes o al menos capaces de un reconocimiento que no se limite al dualismo, la jerarquización o la separación a partir de radicalismos.
Tal vez el paso a seguir tras conocer personas como Nova donde se condensan tantos impulsos de nuestra etérea época, es el de crear, hacer, movilizar ahora las propias fuerzas para que legados como el de ella continúen desde la adopción de nuevos lenguajes y la preservación constante de ese impulso de hacer algo, aún si no va con aquello con lo que, se supone, debe ir. Y precisamente eso hace Nótt, un proyecto nacido en Medellín y comprometido con la idea de integrar considerar la mujer dentro de la música electrónica, con ello proponiendo nuevas formas de interpretar la condición musical misma, porque se plantean no sólo intenciones de equidad de género sino también de la pregunta por la apropiación de lo femenino y la capacidad qué hay en ello en términos de lo que hoy en día podemos crear.
Por ello Nótt se pregunta por la mujer de hoy. No recae en discursos históricos ni se enredan con políticas posmodernas: van al grano y hacen, tocan, distribuyen, exploran, crean, sienten, piensan y viven la música. Entre todas las que integran el colectivo, algunas son DJs, otras hacen live sets, otras ambas. Es interesante como se va configurando una tendencia y una serie de procesos a partir de esa dirección hacia la actualidad, hacia lo que sucede hoy, hacia como se hacen las cosas para a partir de ello saber que pensar.
La mujer actual en la música electrónica
Para hablar de eso, del presente, este colectivo desarrolló una interesante jornada en el Museo de Arte Moderno de Medellín, donde se realizó durante el día un taller con la DJ y productora local Magdalena, luego un conversatorio y finalmente un par de conciertos cortos. A continuación realizamos un breve recuento de la segunda actividad, donde conversaron Lu Zero quien está actualmente haciendo un álbum; Ross, quien trabaja un proyecto audiovisual llamado Aleph; Natalia Valencia quien se encuentra produciendo un disco de su banda y preparando una obra de piano a cuatro manos para Francia; y Agatha I, dúo conformado por Camila Noreña y Viviana Rodríguez, quienes preparan un concierto con motivo del lanzamiento de un videoclip.
La moderación de la discusión no podía estar mejor encargada: Julianna, conocida artista de la escena de Medellín, parte de Nótt, del colectivo Move y la tienda de discos Doce. Julianna produce y es DJ desde hace varios años, lo cual hizo que su sensibilidad hacia el tema tratado se dejara ver en la forma como fue de una forma carismática e inteligente tejiendo una profunda discusión entre perspectivas, formatos, procesos, maneras y concepciones del mundo, la música, la mujer y a fin de cuentas la vida de todos.
En vivo
La conversación se orientó no a una discusión idealista y típica acerca de cuál es el real feminismo o qué es en definitiva lo que la mujer ha de hacer o no ahora. No, la charla no giro en torno a la mera denuncia —aunque la tuvo presente— sino que se enfocó en el proceso de ir hacia el sonido, de comprenderlo, de tratarlo, de expresarlo y de qué manera al escuchar las voces de cada una de las que dialogaban, se iba logrando una idea de suma sensibilidad y ardua exploración y apropiación de una condición especial que reúne diferentes dimensiones de lo que somos y se traza desde una relación íntima de música y tecnología.
En este sentido, decir que la mujer este haciendo hoy música electrónica es reconocer que la proyecta también en vivo, en gran medida porque es en ese proceso de expresión donde aparece cierta tendencia creativa que puede identificarse en general en los seres de nuestros días y no tiene porque basarse en la pretensión del género para fragmentar y excluir determinados sectores de la sociedad a potestad de meros artificios tradicionales. Así puestas las cosas, cada una comenzó contando cómo hace su set en vivo:
Lu Zero es versátil: juega con controladores, navega en síntes eurorack y explora su voz al punto de sentir su canto como conjuro. Ross es artista visual y trabaja con video, intervención del espacio y sus respectivos intercambios con el sonido, y Natalia Valencia compone de múltiples formas, haciendo música por encargo, para grupos de decenas de músicos, o explorando grabaciones para jugar con un espacio como el Lab3 en su renombrada obra «Otra luz». Finalmente, Agatha I experimenta con diferentes géneros para lograr nuevas sonoridades.
Ruta sonora
Julianna entonces pregunta por «la ruta sonora» que han seguido para llegar a su modo actual de trabajar y expresar. Es interesante como en general se deja ver una multiplicidad de formas de trabajar en torno a la música e incluso de transgredir lo que se considera música como tal, quizás para volver a definir y a fin de cuentas volver a la misma palabra, pero con otros sentidos y consideraciones.
Natalia Valencia habla de «estar captando todo lo que nos hace clic» y saber emplear las herramientas en sí, más allá de si hay ganas o no. Es un hacer como fluir desde el oído, una música que es aquí profesión en su sentido más profundo y que en el caso del conversatorio, no se limitó a las formas tradicicionales sino que siempre aparecía como tratando de abrirse nuevos horizontes desde la misma experiencia sensible.
Ejemplo de ello la apuesta de Lu Zero por la emoción y la libre influencia de determinados factores que parecen primar ante toda pretensión técnica. Sentir, sentir, sentir, tan simple como sentir. Incluso para combinar los sentidos mismos, como propone Ross en su idea de la sinestesia y la forma de considerar el sonido y la materia desde la imagen visual en movimiento.
Esa ruta de sonido parece configurarse entonces por un simple y directo experimento con la vida misma, con las emociones, con los momentos, con la atención y con aquello que nos va influenciando, desde situaciones hasta otras agrupaciones que uno puede no explicarse cómo hacen las cosas, pero que en el caso de Agatha I se convierte en una manera de inspirar el descubrimiento y la pregunta por cómo hacen ciertos artistas para crear lo que crean.
A fin de cuentas entonces no hay una ruta detrás sino una ruta constante, «una exploración en el camino» como dice Viviana de A-I. Se trata de un constante proceso de adaptación a formatos, tendencias y maneras de considerar la música que en el caso de un dúo se establece como un diálogo en torno a la mutación de una sola voz musical pero en el fondo representa la constante puesta en común de los mundos que colapsan en dos personas a la hora de sentarse a crear.
¿Qué falta?
Este constante replanteamiento de los parámetros, formatos, y versiones no sólo aparece en la música sino del sentir mismo de un sujeto en los albores del siglo XXI. Es decir, no se trata de que sean mujeres tratando de hacer lo que los hombres han hecho, de tal manera que se logre una equidad en términos de lo que podemos hacer independientemente de género y categoría. Esto es evidente y obvio, pero hay que ir más allá: lo que aquí se presencia es una forma de entrelazar la música, la vida y la tecnología de formas que, como bien apunta Julianna, traspasan barreras mentales construidas en una sociedad como la nuestra.
Su idea no es la de criticar el machismo y detenerse en la discusión típica de hombres vs. mujeres. Para las voces del conversatorio, lo importante es ante todo crear y mostrar lo que se hace, pero aún dentro de ello considera que falta mucho por hacer para lograr mejores condiciones o mayor visibilidad de las mujeres en la música electrónica. La pregunta queda entonces abierta en la conversación: ¿qué falta hoy para poder impulsar esas aperturas y rupturas?
Desde Agatha I apuestan por la educación desde el hogar y la posibilidad de moldear ciertas acciones desde los procesos educativos y la forma como nos formamos desde lo más cercano, de tal manera que a la hora de relacionarnos musicalmente podamos saber como vivir y crear juntos. «Es un sector muy reducido entonces se tienen que crear alianzas todo el tiempo para expandir procesos, unirse, dejar los celos y la no valoración y no apreciación de lo del otro. En vez de ello aportar a un cambio desde las pequeñas acciones», concluye Cristina de Agatha I.
Pertinente ante este punto tener también en cuenta la opinión de Lu Zero, quien sugier irrumpir con la educación misma que nos dan y habla de un empoderamiento, especialmente de la capacidad de crear música siendo mujer en un mundo que, primero, distingue entre mujeres y hombres, y segundo, genera una serie de factores que impiden la creación, como cuenta la artista, quien habla de amigas que no se deciden a hacer música por miedo o pena de aparecer como mujeres en una escena donde, a juicio de la misma Lu Zero, podría ser cuestión de «solamente hacer y ya», sin miedo alguno.
«Deberíamos hacer lo que hizo Jacqueline, ella no se estaba quejando, ella hizo», agrega Ross, quien apuesta también por la acción y salir de las vicisitudes del lamento para no quedarse en «el conflicto de todo» y saber que sin importar nada externo, al final del día es uno mismo es el que se visualiza y nadie lo hará por uno. Esto se relaciona de hecho con una consideración importante que Ana María Romano destaca con respecto a Jacqueline Nova:
«… La responsabilidad con el momento en el cual desarrolló su carrera, de ahí la insistencia por conocer y trabajar con los planteamientos estéticos contemporáneos enmarcados en su propio contexto artístico – o el incesante clamor por vivir en el aquí y el ahora y no de glorias o nostalgias aferradas a la idea de que todo pasado fue mejor, la idea de asumir la tecnología dentro de la cotidianidad creativa, la recurrencia simbólica a las músicas indígenas, la necesidad de divulgar música contemporánea con énfasis en artistas de América Latina y la interacción con otras áreas artísticas y de conocimiento se cuentan dentro de sus constantes preocupaciones.»
Ahora bien, para lograr una suerte de tendencia más pragmática, no puede ignorarse el diálogo, la denuncia y el hecho de hablar. Como recalca Natalia Valencia en la conversación, aún son muchas las situaciones dentro del mundo de la música en las cuales la desventaja de la mujer es evidente y por ende ese hacer debe estar encaminado desde un hablar, desde un discutir. Su consideración de lo que falta ahora es en su caso una apuesta por «ponerse en los zapatos del otro» y entender que muchas veces el problema es una cuestión de conocimiento y de saber qué hay gente que ni sabe o ni le importa tal cosa como los problemas de género.
Cuenta de casos donde la mujer no pude ser la ingeniera de sonido porque preguntan siempre por «el ingeniero» aún cuando ven una mujer, pero es porque normalmente es considerada en otros roles, «como la groupie, la novia y no como parte de la banda.» Pero más allá de concentrarse en el conflicto de género, Valencia propone el diálogo, enterarnos colectivamente. «Tiene que ser una construcción en equipo de mujeres y de hombres… para eso estamos aquí todos juntos.»
Imágenes cortesía MAMM