Ficciones: Universo Borges

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Borges, Ficciones (1944)

Ficciones es uno de los libros cumbres de la imaginación de Jorge Luis Borges. Compuesto por  cuentos cortos, logra reunir tramas de suspenso policial, libros imaginarios y utopías del sueño. El jardín de senderos que se bifurcan (1941) y Artificios (1944), son piezas que retratan el vasto universo borgeano. Dentro del libro ficciones se crea un universo propio, un cuerpo literario lleno de contradictorias conjeturas, espejos, laberintos, misterios…


Concepto de Ficción

Suele asociarse a la palabra ficción, la connotación de mera invención fantástica, que logra simular formas estéticas de la realidad, de las que surgen obras (literarias, cinematográficas, musicales, teatrales, digitales, etc.) que presentan un mundo imaginario ante el espectador.

La etimología latina la nombra como fictus, es decir, algo fingido, inventando, que participa como verbo y detona el acto: fingir, inventar, simular. Esta palabra ha adquirido una semántica que hace alusión a la acción y la práctica humana de fingir , de fingirse, de disimular, expandir y contraer, con el fin de sostener lo que no es verdadero en las leyes de la naturaleza e imponer una existencia que no corresponde a la realidad del mundo.

La palabra ficción es afín a quimera, mito, ilusión, fantasía, idea. Sugiere el engaño, la invención, la deformación de metáforas, la superstición, el ocio literario, la utopía del caos, la ilusión de la armonía. Cualquier hecho fugaz, furtivo, a la experiencia carnal humana, sólo puede ser fingida.

Sin embargo, el espectador, en cambio, padece. En el estado impersonal narrativo e imaginario, se construyen mundos sobre leyes lógicas, deformaciones fantásticas y arbitrios del lenguaje. Mientras tanto, los hombres se encuentran en un estado de recepción, ejecución y asimilación sensible. Los espectadores de la ficción, los ficcionadores, padecen (del latín patere, estar abierto, sufrir, pasión, percepción, estar al descubierto) una afectación emocional ante dicho encuentro.

Cuando la trama ficcional se vivencia por los sujetos involucrados, los juicios de verdad se suspenden. Es así como la experiencia se permite hacer uso libre de la disposición anímica y psíquica,  participando del mundo representado, creado en la ficción. La existencia ficcional anula las contradicciones duales entre verdad o falsedad, produciendo la inmersión existencial en las dimensiones ficcionales mediante la identificación catártica.

En la Poética, Aristóteles introduce un concepto provocado en la ficción: catarsis (del griego kátharsis, purificación)  El teatro, por ejemplo, al imitar símbolos, acciones y encarnaciones de personajes arquetípicos, logra la implicación vital, la sugestión emocional y la identificación existencial del espectador, quien a través de sus sentimientos e intelecto, se permea en el mundo de la obra. Tal disposición de la conciencia, se origina en la reacción vivencial que ante la suspensión de juicios exactos sobre la realidad,  logra involucrarse conscientemente  con la irrealidad, para representarse e identificarse con los personajes y mundos ficcionales.

Aunque la palabra Ficción no debe sólo limitarse al plano narrativo (no toda ficción narra ni toda  narración ficciona), la narración es el arte por excelencia para sumergirse en mundos de ficción. De ahí que adquiera múltiples formas de manifestarse, como en el cine, el teatro, los cómics, los videojuegos…

Los elementos fundacionales de una ficción, aquellos que componen su cuerpo cósmico, están articulados por entidades narrativas (dioses, circunstancias, ideas, acontecimientos, lenguajes, existencias), personajes (máscaras, roles, facetas, encarnaciones), temporalidades (armonías, lógicas, movimientos, misterios, tramas) y espacios (concreción física, escenario, naturaleza, ambiente, hábitat)

 

Ficción, demiurgos y espectros

Se data que en las tradiciones culturales  de la antigua lengua griega, un demiurgo era todo individuo que participaba en los trabajos técnicos de los pueblos, desde artesanos, pasando por herreros, hasta actores, terratenientes y políticos. El vocablo «demiurgo» está compuesto de démos y érgon, que se traducen por pueblo y creador. Así, el demiurgo era aquel que produjera algo, dándole forma a partir de un caos irresoluto, moldeando la materia dispar,  como hace el artesano que construye una vasija, a partir de una figura ideal que construye en su mente.

Platón elevó este término, mediante la contemplación religiosa-estética, a relaciones analógicas sobre la composición última del Universo, por el Hacedor  que contiene a todos los hacedores. El Artífice del Universo se mueve a través de impulsos en la materia, en la naturaleza de la materia mineral, espiritual, inorgánica, oculta, hasta la que compone la propia naturaleza del ser humano. El demiurgo no es un creador en el sentido cristiano tradicional o como solemos entender el mito creacionista hoy día: el demiurgo carece de capacidad para crear al universo por sí solo. Es, sin embargo, el que se permite ordenarlo, darle forma tras el caos informe inicial. El demiurgo utiliza los materiales que ya componen la estructura del cosmos para edificarlo con acuerdo a sus Ideas.

El demiurgo es una figura divina, espectral y simbólica de las cosmologías antiguas, que hace referencia a seres que siembran sobre  la materia a las ideas. Son portadores de secretos ancestrales y apelan a sus Verbos para poner en movimiento a la vida. La ficción apela a los demiurgos para evadir los marcos lógicos preestablecidos y los paradigmas de comprensión, y elevarse a través de formas del lenguaje mezcladas con la ensoñación.

En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.

Las Ruinas Circulares

 

Expansión psíquica, percepción cósmica

Las facultades del conocimiento humano sobrepasan la comprensión que podemos detallar, en los diferentes estudios rigurosos y científicos emprendidos, a través de innumerables formas y códigos lingüísticos. Debido a su multiplicidad natural, permite a cada individuo armonizar su subjetividad mental con la construcción de sus representaciones sobre el terreno de la realidad. Poetas, biólogos, carpinteros, militares: cada sujeto construye en la tela de sus experiencias, horizontes, prácticas, comprensiones, percepciones, vivencias, proyecciones, que le permiten existir en el mundo, con sus parámetros y leyes íntimas, con un sentido.

El hombre se transforma en la medida en que es médium y artífice, inocente y obsesionado constructor.  La expansión psíquica surge de rupturas en nuestros niveles ordinarios de conciencia. Estas rupturas, que suelen ser asociados tradicionalmente con acontecimientos extracotidianos, aislados, inaccesibles, y por lo general, sumidos en un ambiente de misterio poco accesible por la mentalidad humana común, queda en duda ante la sencillez que sugiere la ficción. Dar cabida a los sueños y a la fantasía, especular para luego construir una realidad lógicamente tolerable, paradójicamente argumentable, da herramientas de vuelo, libertad y juego a nuestra conciencia.

Detenernos sobre los sueños, sobre los sucesos minuciosos, sobre el detalle de las ideas y los cuerpos: escatimar en el vuelo de una mariposa, en la levedad de las partículas de polvo, en el sonido que antecede al concepto y al sentido, en la pupila dilatada, en el humo del tabaco, en la reacción bioquímica de los sentimientos, en la variada tonalidad del color, en las nociones de espacio, en cada ente silencioso que descansa en su verdad a nuestra ausencia.

Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo: Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo

Funes el Memorioso

 

Ficcionar es invocar a la realidad desde su multiplicidad de apariencias, hervidero de manifestaciones, para luego entremezclarlas con mundos dentro de mundos que nacen de las fisuras del Mundo. Articular cuerpos, personajes, sueños, fantasías, ciencias y artes a través de la ficción, nos pone delante de las facultades superiores del lenguaje. Poiéticas del alma humana, en tanto creativas y mostrativas, pues se basan en poner sobre el escenario de la realidad, la ebullición, la irradiación, de la especulación deliberada y arbitraria de las posibilidades de codificar dimensiones del universo. Un ficcionador es un mago, un alquimista, un poeta y aprendíz perpetuo de místico. Es el profeta del sueño, es el Otro lado, el oscuro, el que queda sumergido en el halo de sombras, el que bebe del azar y de la infinita posibilidad de la estructura cuántica de la vida.

No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo —cuando no un párrafo o un nombre— de la historia de la filosofía. En la literatura, esa caducidad es aún más notoria. El Quijote —me dijo Menard— fue ante todo un libro agradable; ahora es una ocasión de brindis patriótico, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo. La gloria es una incomprensión y quizá la peor (…) Pensar, analizar, inventar (me escribió también) no son actos anómalos, son la normal respiración de la inteligencia. Glorificar el ocasional cumplimiento de esa función, atesorar antiguos y ajenos pensamientos, recordar con incrédulo estupor que el doctor universalis pensó, es confesar nuestra languidez o nuestra barbarie. Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será.

Pierre Menard, Autor del Quijote

 

Contracción lógica, lenguaje y materia

Hume notó para siempre que los argumentos de Berkeley no admiten la menor réplica y no causan la menor convicción. Ese dictamen es del todo verídico en su aplicación a la tierra; del todo falso en Tlön. Las naciones de ese planeta son – congénitamente – idealistas. Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje – la religión, las letras, la metafísica – presuponen el idealismo. El mundo para ellos no es un concurso de objetos en el espacio; es una serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal, no espacial. No hay sustantivos en el conjetural Ursprache de Tlön, de la que proceden los idiomas “actuales” y los dialectos: hay verbos impersonales, calificados por sufijos (o prefijos) monosilábicos de valor adverbial. Por ejemplo: no hay palabra que corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería en español lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el río se dice hlör u fang axaxaxas mlö o sea en su orden: hacia arriba (upward) detrás duraderofluir luneció. (Xul Solar traduce con brevedad: upa tras perfluyue lunó. Upward, bebind the onstreaming it mooned.)

Tlön, Uqbar, Orbis Tertius

Nuestro lenguaje estructura las formas conceptuales que dan imagen, comunicabilidad , sociabilidad y sentido a la experiencia que la conciencia –el yo- tiene al percibir la realidad. Detenernos a especular sobre la materia, sobre el sonido, sobre la virtualidad, sobre la técnica o la fantasía es hacer arte de nuestras facultades verbales y vitales. La especialización del sentido y el ordenamiento que imponemos a los acontecimientos a la manifestación del mundo, pertenece a nuestra proyección espiritual sobre la naturaleza del universo. Sin embargo, cabe advertir que entramos en terreno de especulaciones mágicas. La magia, aun así, puede considerarse cercana, no se aleja, pertenece a nuestra memoria colectiva: codificar, descodificar; nombrar, instrumentalizar; tallar, amasar la materia; sentir, imaginar, ensoñar, idear.

Invenciones, ficciones, ensoñaciones, pertenecen al margen natural de nuestras posibilidades y al movimiento vital de la lógica, que anticipa, que intuye las formas. El lenguaje es la identificación de nuestra existencia proyectada en la materia.

El hecho de que toda filosofía sea de antemano un juego dialéctico, una Philosophie des Als Ob, ha contribuido a multiplicarlas. Abundan los sistemas increíbles, pero de arquitectura agradable o de tipo sensacional. Los metafísicos de Tlön no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica. Saben que un sistema no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos. Hasta la frase “todos los aspectos” es rechazable, porque supone la imposible adición del instante presente y de los pretéritos. Tampoco es lícito el plural “los pretéritos”, porque supone otra operación imposible.

Tlön, Uqbar, Orbis Tertius

 

La cosmología del Onironauta

Una silla, dos tazas de café, un cenicero repleto y el humo de otro cigarrillo. De nuevo, suena Radiohead en mi ordenador. Trato de escribir algunas líneas que justifiquen mi pensamiento. Navego en mis sensaciones, ya se acerca la media noche. Suena a una atmosfera oscura, a un campo donde cantas insectos, neumáticos sobre el pavimento, ascensores viejos, puertas rechinantes, gritos lejanos, y una voz que canta “Open your mouth wide, the universal sigh”. Mientras tanto, la geopolítica condiciona las leyes del mercado, personajes duermen en sus camas, otros divagan en la noche espesa de la ciudad. Amantes y asesinos juegan al intercambio de las polaridades entre divinidades y aberraciones.  Las fronteras entre razón y locura, entre tabú y paradigma se disuelven. Un espectro silencioso entre las tumbas del cementerio. Un ángel de piedra, en la catedral, que no duerme por las noches. Los espectadores nocturnos, las ratas dentro de las alcantarillas. Las industrias que no se detienen. Hacia arriba, hacia abajo. Contravía. Semáforos. Pozos, de estrellas, de humo, de agua, de sal, de olvido.

Open your mouth wide
The universal sigh
And while the ocean blooms
It’s what keeps me alive

 

Onironautas ascienden y se sumergen. Hay demonios, hay deidades, hay dudas metafísicas, hay certezas y errores. Se desdoblan los sueños, rompen la tela de la vigilia. La circularidad pierde sus dimensiones geométricas. De súbito, se reúnen todas las épocas de la humanidad, circulan en la sangre de mi cuerpo, en cada gesto, en cada sueño, en cada trozo de mi mirada. Viajero interestelar, soñador, profeta de símbolos por un fugaz momento: el azar, la mutabilidad, la indeterminación de nuestras pulsiones, obedecen al ritmo cósmico, a la danza multiforme, plurivectorial, del universo.

Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarcara el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo los astros. Absorto en esas ilusorias imágenes, olvidé mi destino de perseguido. Me sentí, por un tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo. El vago y vivo campo, la luna, los restos de la tarde, obraron en mí; asimismo el declive que eliminaba cualquier posibilidad de cansancio. La tarde era íntima, infinita. El camino bajaba y se bifurcaba, entre las ya confusas praderas. Una música aguda y como silábica se aproximaba y se alejaba en el vaivén del viento, empañada de hojas y de distancia. Pensé que un hombre puede ser enemigo de otros hombres, de otros momentos de otros hombres, pero no de un país: no de luciérnagas, palabras, jardines, cursos de agua, ponientes. 

El jardín de senderos que se bifurcan

 

Cultura etérea, realismo mágico

Envueltos en perfume, un aura nos rodea. Circunstancias inexactas, otras inexorables. El nuevo milenio, ordenes mundiales, conspiraciones, esperanzas. Expansión creativa, inmersión sonora. Mundo cyborg, economías del desarrollo. La especulación cuántica. La pachamama. El Espíritu búdico. El infierno ardiente.

Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música…

El Fin

Navegar el espectro de conciencia, el océano de información, encarnar prácticas, estéticas, ideas y existencias. Dispersión, desmaterialización: ontografía cósmica; luego, co-creación, fecundación de un plano etéreo donde el espacio, la tierra, es hábitat compartida, lumínica, inasible, virtual y natural.

Cultura etérea. Hervidero de tiempos, melodías, bits, cuántica, azar, industrias, idiomas, identidades, instrumentos, territorios, fronteras, ficciones, materia, poder, campos abiertos, espectros, fauna silvestre, elfos, misterios, cambios climáticos, estadísticas, números, poderes, internet, poesía, presencias, encuentros, aliens, dioses, mitos, chamanes, médiums, criaturas, aberraciones, andróginos, androides, angustias, incertidumbres, molestias, deberes, ilusiones, perfumes, piedras preciosas, música, nómadas, astros, huellas, humanos…

 

 

 

 

 

 

Juan Camilo Tamayo

Abstracto, alien, melómano
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