Ficciones, Universos y Ecos

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El planeta tierra está sometido y dirigido por líneas y movimientos imaginarios, se mueve en un sentido circular, de eco. El Espacio, la gran masa negra , la cueva de sombras platónica, esa que llamamos “Nada”, es completamente lo contrario a la razón: es un mar de oscuridad intangible, desconocida, así como el agua que atraviesa al planeta entero. El movimiento se produce por ondas, éstas ondas son vibraciones espaciales que afectan a toda la materia, provocando mutaciones que adquieren sus formas en la conformación biológica de la vida. Así mismo, la materia puede ser o no visible, eso depende de la percepción que cada criatura tenga de ella. Sin embargo, al poseer patrones que logran ser descifrados en el conocimiento de leyes científicas, metafísicas y religiosas, es palpable, transmutable, es infinita.

El Universo se encuentran en constante expansión, y así mismo, como una onda gran de sonido,  tenderá a rebotar en el momento en que ya no se pueda expandir más. El Universo se puede representar en cuatro dimensiones interconectadas, que sólo fluyen en un Movimiento Constante Ad Infinitum.

El planeta Tierra tal como lo conocemos, es el hogar de las formas de vida, y por ende, también se enfrenta a estas vibraciones espaciales. Así mismo, todo astro celeste padece de las fuerzas gravitatorias, que son ecos de la energía que afecta al movimiento de cada cuerpo físico. En nuestro caso terrestre hay un satélite (la Luna ) que filtra aún más el movimiento y campo magnético producido por los rayos de Sol, absorbiendo parte de la luz solar y alterando el ritmo de la vida en el planeta (que está condicionado por la energía lunar y solar ), proporcionando así cualidades y circunstancias para el desarrollo de la vida en su Totalidad planetaria. Cada cuerpo (físico, celeste, mental, orgánico) es afectado igualmente por estas fuerzas energéticas. La derivación histórica en que hemos depurado como especie tal conocimiento del universo sobre estos movimientos universales, se remonta a los principios de la existencia de la vida primitiva en la tierra: sus primeros habitantes humanos, nuestros ancestros, estudiaron el movimiento que se presentaban en la película celeste (Cielo) pudiendo así, al cabo de innumerables contemplaciones del tiempo, poder interpretar  las leyes que unen a las estrellas con las semillas de la tierra, y así usar a su favor estos cambios en la energía terrestre (la previsión climática).



Cabe mencionar que dentro de ésta misma vivencia en la contemplación celeste, los diferentes imperios en cada continente, separados por imposibilidades geográficas y culturales,  desarrollaron herramientas astrológicas que adquirieron luego una trasformación profundamente simbólica en la psique humana: los signos zodiacales, por ejemplo,  que son el resultado de dividir en 12 partes sagradas el 100% del movimiento orbital de la tierra.

La energía que determina el movimiento de los cuerpos cósmicos,  posee características directamente ligadas a la creación o nacimiento de cada ser. Por más diminuto o gigante que resulte cada ser -un grano de arena o un planeta entero-, está condicionado a la Oscuridad (nada) y a la Luz (vida). La materia transmuta, oscila, se manifiesta hacia otro tipo de forma material o vibracional, cambiando de frecuencia, de música.

Al momento de nacer cualquier ser , su cuerpo se haya en determinada frecuencia, en determinado posicionamiento único, creándose así un código energético irrepetible con ciertas características únicas según su composición corpórea. Un ejemplo de estos códigos visibles se encuentran en las huellas dactilares de algunos mamíferos que se forman a partir de los seis meses de vida intrauterina, que son inmutables, únicas y diversiformes, que también pueden ser interpretables, y más importante aún, complementados en la posibilidad de la intercomunicación energética.

Las nuevas teorías físicas abren el camino para comprender que en estas vibraciones espaciales a causa de las fluctuaciones energéticas, son la posibilidad para acceder a un espacio que en la tradición oriental es nombrado como Espacio Akáshico. Un campo en donde fluctúa libre la información del cosmos, no representable unívocamente, cuantitativamente , sino posible a través de un lenguaje de  luces celestes. Dicha información o códigos universal se ha llamado Éter,  complemento unificante de las  fuerzas energéticas del universo.

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Texto:  Juan Camilo Medina Cárdenas