Estados Vulnerables

Es el tramo final de 2018 y la ciudad de Medellín sigue igual de caótica. Entre marchas, muertes, discursos falsos, helicópteros que nos remiten a la guerra, pulmones llenos de smog, los cuerpos siguen desaparecidos. Se desplazan con su afán furiosamente, se hablan pero no se miran, se tocan pero no se sienten. Están aburridos. Están encerrados. Están frustrados. Y, aún así, mantienen esa sonrisa forzada cuando los saludas. Aparentan sentirse satisfechos con sus vidas. Evitan el desamor, la angustia, la enfermedad, la herida, la incomprensión. Procuran no dar un solo paso en falso. No tienen tiempo. Y si alguien nota, tan solo por un segundo, que el otro duda, de inmediato este será juzgado de inservible, desviado o artista.

Sí. En este caso el arte camina torpemente, inconscientemente. Se presenta desnuda, inerme, mareada, vulnerable; tiene cuatro cuerpos, unidos y separados, que se buscan con premura y se encuentran con terror. Que ansían el roce de la piel pero repudian el sudor. Que necesitan con urgencia un confidente pero le huyen a la fuerza de la mirada. Que quieren moverse pero sus brazos y piernas se dirigen hacia direcciones contrarias. Son los cuatro bailarines quienes representan a los millones de cuerpos que día a día salen a las calles de esta ciudad, o de cualquier otra ficción, sin saber hacia dónde quieren dirigirse realmente. Y apenas se encuentran es todo un frenesí de ritmos, velocidades, perseguidas, huidas, parálisis, caídas, torpeza, dudas, incomodidades, luz, sombra, un tic-tac que no para, sirenas, desesperaciones, y el cuerpo sin dejar moverse, sin dejar de estar, temblando, sudando, padeciendo el olvido de sí, sumergido en la insensibilidad y el optimismo de la búsqueda de la felicidad.

Por eso la necesidad de sentar a un público frente a unos cuerpos que se presentan infelices, fragmentados, incoherentes, caóticos. Porque ahora nadie quiere conocer, ni mucho menos mostrarle al otro, su estado de vulnerabilidad. Se tiende a la inmortalidad y se olvida el martirio. La ciudad es una logia a la felicidad y la utopía, y por eso está plagada de pretensiones de entes que se saben felices, realizados, merecedores del cielo. Pero los gritos y los llantos duran más que las sonrisas. Las hojas del árbol siempre terminan por caer al suelo.

De este modo, a compañía de danza contemporánea EntreTanto con sus «Estados vulnerables» reivindica el dolor, la tragedia de estar aquí, la dificultad de tener un cuerpo fragmentado, mostrando lo débil que es frente al mundo, y por eso, la inevitable necesidad del otro. Es una invitación a dolernos juntos, pero también a curarnos; a perdernos juntos, haciendo camino. Es una obra con un inmenso contenido reflexivo. Nos invita a pensar, con y para el cuerpo: el gran olvidado, el gran ausente, la única víctima.

Pablo Carreño

Ustedes me (des)conocen más que yo.