La familia, como siempre, estaba reunida en la cocina. La algarabía era notable y el olor a fracaso hacía que Esperanza gritara con recelo que por favor, no le echaran más cosas a la olla; pero Pésimo y Lógico, convencidos del futuro golpe, concluyeron la receta añadiendo persistencia y fé. La bomba estaba puesta. Constancio no quiso insistir en el proceso, y Resignio hizo lo de siempre aceptando con su nombre los reclamos de Reproche; mientras Digno con alivio, observaba como Obstinado permanecía inerte en un rincón, abstraído ante la imposibilidad de un resultado contrario al ya predicho, cuidándose a sí mismo de mutar una vez más, en Terquedad.