Tiempo de Mills

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Futuro lejano

Es extraño viajar en el tiempo, aunque no sea por muy largo trayecto. «Una semana después del embrujo», con el mago ya en otro lugar, aún persiste el bucle de su enseñanza, como un eco que se resiste al silencio y se conserva espejo del porvenir que invita a la reflexión por lo que vendrá y forja el presente desde su proyección. Algo así reza el manifiesto de Axis: «la intención no es producir la música del futuro, sino en vez de ello incitar al público a pensar acerca de nuestro futuro.» Aquí futuro es la sensación de que el mundo está a punto de cambiar, qué hay cosas por venir. La información, las máquinas, la dislocación, las nuevas formas de comprender el tiempo y la materia. La cultura del éter, cultura electrónica.

Ritual

El recinto está dispuesto para la ceremonia; los adeptos, ansiosos; los pies, ya calientes, y la mente, guardando la imaginación para la nave. Un telón de millones de pequeños puntos de luz aparece como una larga pantalla delante de la cual se ubica la mesa de un hechicero. Cuatro naves espaciales en forma de reproductores de música, una TR-909 que sospechamos intervenida en otra galaxia, una estación donde mezclar las fuerzas cósmicas, y claro: suficientes compuestos para «tres horas» de cátedra pura, no solo como una clase magistral para los DJs presentes, sino ante todo, para cualquier ser vivo que se tope con semejante maestro del tiempo. Mills no es un DJ común, se sabe incluso antes de que entre el primer bombo. Desde su ambient al aterrizar, hasta su más compleja forma de programar la música, su presencia es una ineludible iniciación en el más refinado afrofuturismo y en el concepto del techno crudo y cósmico; «militancia y misticismo», como diría Reynolds. Energía sónica que se condensa como elegante ciencia ficción; un sueño con la más honda incidencia en lo real. Los sonidos de Mills son tokens, símbolos, formas diversas de momentos de tiempo. Y la forma como los articula no parece orientada a generar en el público simple descontrol sino una delicada ruptura de realidad donde es evidente el tejido de mundos siempre nuevos. Pero no solo eso: es el aprendizaje, es la capacidad de hacerte sentir que escucharlo es escuchar a alguien que tiene algo importante por decir.

DJ de DJs

«Como si se tratara de un milagro, de esos a los que nuestra generación cada vez se muestran más reacios, Jeff Mills comenzaba su DJ set con el sosiego de alguien que ya lo ha alcanzado todo. Ante nuestros ojos estaba el DJ de DJs, el artista responsable de haber plantado la semilla para lo que conocemos en gran parte como techno hoy en día. Era Él, un pequeño y delgado hombre proveniente de Detroit, capaz de traspasar galaxias enteras con sus poderes cósmicos. Solo bastaba aguantar unos minutos la respiración, para que los pálpitos propios se conjugaran con los latidos sagrados que emanaba su inseparable Roland TR-909 a través del colosal sistema de sonido instalado en el sitio. Solo bastaba mirar alrededor para ver decenas de caras con lágrimas, cuerpos brincando sin control alguno y miradas perdidas en el infinito, satisfechas por el amor más puro: el de ver a su máximo ídolo a solo unos metros de distancia.»  — Cope

Virtuosismo

Y es que para qué mentir: sin duda es él, el virtuoso, el exhibicionista, el hechicero, el astronauta, el antes y después de tantos, ese que en incontables ocasiones de su vida ha sido reconocido por dominar una extraña habilidad, física, manual, mental, metafísica: la de atender simultáneamente múltiples capas, rutas y formas de lo sonoro en el tiempo y desarrollar una técnica que solo él conoce por ser su inventor.

Teletransportación

A ratos es evidente que es más que un simple mensajero. Todo un artífice, ilusionista, discípulo de genios como Georges Méliès, György Ligeti o Gustav Holst. Mills es un nodo singular de la red, puente a otras dimensiones, relato de un impulso de cualquier universo. Entre sus oídos y sus manos parece haber una fuerza fuera de este mundo, como si en él se condensaran rutas y formas que consideran las máquinas, los sonidos y el espaciotiempo de una forma en la que la sustancia de todo mundo se teje desde el ritmo, el bucle, la fragmentación y reestructuración constante del tiempo sónico. Así que no es sólo lo que dice, es a dónde lleva, de qué es puente, cuál es su tradición. Mills no solo toma conceptos del espacio exterior, las paradojas del tiempo y la experimentación con las estructuras musicales, sino que plantea el sonido como una digna forma de investigar el cosmos. Son muchos los años que lleva transmitiendo ondas a millones de puntos en el espacio; conociendo, como ningún otro ciborg, esa ficción que se oculta en las utopías más recónditas de una metrópoli. Mills es un artesano del tiempo. El tiempo es su instrumento, el tiempo es su sabiduría, el tiempo es su ciencia y su religión. Y no el tic tac, sino el tiempo, esa sustancia extraña con la que se hacen mundos.

Un nuevo pensamiento

«Pienso que no hay suficiente experimentación en la música como conjunto. Considerando todas las cosas que pueden ser exploradas con los computadores y el software de programación, lo que oímos de la industria musical es bastante decepcionante. Y la idea de que la gente solo puede aceptar cosas simples es un insulto. Creo que la música techno debería endosar pensamiento y perspectivas nuevos con respecto a lo que puede hacerse con el sonido y el ritmo.» — Mills, Techno Rebels.

La radio de Tesla

El hechicero se muestra en su verdadera radio, etérea, tejida de pura vibración, frecuencias, resonancia. Se siente como un viajero del tiempo que colecciona rarezas del universo en señales sonoras que se disponen de una forma especial, donde el futuro se hace presente y la dislocación es en cada momento más evidente. Todo el mundo parece estar en un lugar y a la vez en ninguno. Mills lleva a mundos pero también los desaparece para sugerir otras ficciones, como si no le interesara dejar a la gente en un punto sino mostrarles el espacio como un azaroso conjunto de excepciones inesperadas: su set cuestiona la línea y dispone el punto como un fractal. En un momento, cada persona es Jeff Mills.

Cosmonautas

«El techno es en realidad una música de personas solitarias. Uno está solo en el estudio, con la única compañía de sus pensamientos. Es un viaje creativo. Jeff lo llamó una vez «one man spaceship» [una nave espacial para una sola persona]. En aquella época Jeff y yo no parábamos de llamarnos por teléfono entre semana. A veces cada diez minutos y nos poníamos los sonidos más nuevos. Solo Jeff podía entender lo que yo pensaba, y sólo yo podía entenderlo a él. Nos sumergimos en nuestro propio mundo.»  — Robert Hood. Der Klang der Familie. Berlín, el techno y la caída del Muro.

Suena The Bells

Suena The Bells, mantra ya escuchado antes por la multitud, quizás en la red, en un reproductor, en vinilo o en el silbido de algún transeunte. Suena The Bells y es el mismísimo Mills ante el campanario. Suena The Bells, que podría uno esperarlo al final, pero suena temprano en la noche. Suena The Bells y la euforia es como con todo tema-himno, pero hay algo extraño en The Bells, no porque sea una de las pistas más conocidas en la historia del género, tampoco por ser uno de los clásicos de Mills por excelencia. Suena The Bells y no es que se reproduzca simplemente, sino lo que Mills hace con ella. Suena The Bells y se retuerce, para expandir lo que representa su loop, su ingeniería melódica, esos enganches, ese mundo concreto, ese momento fuera del espacio y el tiempo. Suena The Bells y suena el techno entero, desde los bajos que en su comienzo disparan el cuerpo al infinito hasta la hipnosis que deviene en cada sample que se ramifica para hacer de la secuencia red y del baile una reconfiguración personal y colectiva. Hay en The Bells una forma especial de llamar lo primigenio que esconde la máquina, ese residuo estelar que nos hace danzar.

Magia del tiempo

Creer en el tiempo, cuestionar el tiempo, dispersar el tiempo, multiplicar el tiempo, disolver el tiempo, hechizarlo. Jugar con la temporalidad como la más sutil ilusión, dejando que la sonoridad devenga en territorios propios. El sonido es aquí un delirio del movimiento, un capricho de la ausencia, un esquivo de la presencia. Oculto y siniestro, vago, efímero, transeúnte y siempre turista. Nunca estático, nunca fijo, nunca quieto, nunca igual. El sonido en Mills es esencial: es cambio, mutación, temporalidad en su cepa. Aunque de una forma inquietante pero contundente, su arte muestra que jugar con el tiempo o jugar con el sonido es, en gran medida, equivalente. Por eso viajar con el uno es viajar con el otro y cualquier forma de articulación de la sonoridad en el tiempo o de lo temporal en el sonido es una manera no solo de viajar entre ambos sino de reconfigurarlos en nuevas formas, en nuevas posibilidades, más evidente aún si consideramos la idea del ritmo no solo como pilar de la música sino de la maraña de asuntos que llamamos universo.

Cosmología sónica

«A medida que las barreras caen alrededor del mundo, la necesidad de entender a los demás y la forma en que viven, piensan y sueñan es una tarea casi imposible de imaginar sin teoría y explicación. Y a medida que nos acercamos al próximo siglo con esperanza y prosperidad, esta necesidad pronto se convierte en un requisito en lugar de una urgencia recreativa. Las teorías y los temas de la sustancia son el elemento esencial que alimenta las mentes de nuestro eje (Axis).» — Mills. Waveform Transmission Vol. 3.

Teatro de ecos

Las cosas no se mueven para sonar, esa es solo una versión de la historia, porque las cosas se mueven y suenan simultáneamente y de hecho, no es posible que algo no se mueva y suene al mismo tiempo ni que, ya sonando, evite el movimiento. Siempre van de la mano sonido y movimiento porque en una categorización más básica de su condición existente, son simplemente vibración, la cual responderá no a una idea unívoca del tiempo, sino a una creada por ella misma, como si lo que suena evocara tiempos nuevos, creando una forma de temporalidad analógica, bifurcada, múltiple, variable, llena de nudos y explosiones singulares. Serán entonces muchos los tiempos porque serán muchos los movimientos posibles, tantos como beats, o bits, o pasos, o glóbulos rojos ardiendo con un loop. Mills es un arlequín del tiempo, haciendo malabares en un teatro de ecos. Su set no parece concentrarse en un tiempo unívoco. Lo contrario: su set hace uso de la dispersión para permitir tantos tiempos como escuchas.

Hermes

Los músicos siempre han sido los rapsodas, los gandharvas, los juglares: los «transmisores de señales a través del éter», como dice Toop. No es solo por la red de información en la que viajamos hoy sonando, sino la red cósmica en la que siempre lo hemos hecho, incluso en los mitos, en lo sobrenatural, más allá de nuestra comprensión y transgrediendo cualquier cerco. Mills no navega el cosmos para extraer sonidos y ponerlos a rodar. Mills navega en el sonido para extraer universos, porque es claro en su forma de tratar el tiempo y considerar el sonido en la fragmentación del set. Es como esos mensajeros míticos a quienes la tecnología de su momento les permitió ser voceros intergalácticos. Ha surcado Saturno, aterrizado en la luna, recorrido la Atlántida e incluso navegado en exoplanetas y mundos posibles. Raro sería que no tuviera algo por transmitir.

¿De cuando es esa música?

¿Qué fecha le pone uno a esas canciones que manipula en el instante? ¿El día que salen del estudio? ¿El día en el que nace el primer sonido del tema? ¿O cualquiera de los días anteriores al tema? ¿Cuando empieza o termina la música? Es curioso que imprimamos sobre la sonoridad, fechas, días, nombres, dueños, registros. Son solo quimeras: no tiene edad una canción. Los temas del set de Mills son ambiguos en el tiempo, paradójicos: parecen de un futuro terrícola a la vez que pertenecientes a la antigüedad de alguna civilización alienígena. Aún así, en los registros, en los surcos, en los archivos de la red y otros artefactos del mundo humano pueden ser tracks viejos, sonidos publicados hace años, sonidos pretéritos, formas de otra época. Es un juego interesante que se rumora es practicado por DJs veteranos que saben que hay temas clásicos que explotan la memoria y reconocen en público gente cultivada en la música electrónica al punto de ser capaces de viajar las épocas de ciertas canciones y volver al pasado mediante ellas. Esta doble condición de tener por una parte el futuro potencial que se siente en la música que pasa por las manos de Mills y a la vez por su reconocimiento del paisaje anterior, hace de su mezcla un constante viaje en el tiempo.

Un tiempo par el DJ

Ya de por sí el acto mismo del DJ es un juego con el tiempo, con la resistencia de los sonidos en los surcos o los bits. Resistencia porque son sonidos que no quieren irse, se graban, se hacen elásticos en el tiempo, que es aquí maleable y dinámico. El DJ viaja en su escucha al tiempo de las pistas o capas del momento, al tiempo del track que viene o el que ya pasó. A su vez recorre el tiempo al elegir grabaciones que surgen de momentos diferentes en la supuesta línea. Pero ese no es el único tiempo con el que trabaja el hechicero. Ese es el tiempo de todos los DJs; el suyo es uno propio, una forma singular que lo hace ser quien es. No creemos en ningún momento ser capaces de descifrar su táctica ni tampoco es que nos interese empresa semejante, por tanto no vamos a pretender aquí dilucidar una verdad última sobre lo que piensa un genio de este talante. Lo nuestro son solo especulaciones que surgen entre oídos y movimientos, y que se decantan en una idea del tiempo que deja de ser idea para atravesar el cuerpo de los miles que nos sometemos aquí a una particular modalidad de catarsis.

Crónicas de mundos posibles

Magia electrónica: No es solo poner pistas, es reconocerse como el artífice de mundos posibles. Cinema para los oídos, totalmente. No porque sea un viaje interestelar de fractalidad psicodélica o algún tipo de trance extraño. Quizás también, pero ante todo es un momento que se permite quieto, de concentración, de profunda conexión con un maestro musical. Aunque todo se mueve y hasta las paredes bailan con el mago, su liturgia es sublime y estática; habla de un tiempo muerto que se explota en cada bombo o en cada ausencia de bombo. Hay un espacio donde todo sucede y donde nada está sonando, precisamente para que todo lo que tenga que sonar, pueda hacerlo libremente. Un espacio que no es material porque parece ser aquel que habita el soñador, quien deja rodar su ilusión sónica para que a través de cuerpos podamos escuchar, haciendo del baile una forma de comunicación entre mundos. Esto se logra mediante un entrenamiento en la exploración del sonido como un elemento del universo, manipulable como se manipulan los gases y las fuerzas nucleares. Lo curioso es que las fuerzas sónicas se disponen aquí como un viaje entre universos, casi literal. Porque la materia tosca y sólida es aquí secundaria; parece un medio del sonido. Es como si uno habitara en la sonoridad y no en la materialidad, siendo esta subsidiaria del evento sónico, como un mar de cosas entre vibraciones que no llegan a ser cosas pero someten las cosas a un insospechado devenir.

Programar el tiempo

Si por algo es maravillosa la música, es porque cobija el tiempo, lo hace suyo y lo manifiesta en múltiples líneas, puntos y dimensiones. La música electrónica no solo no ha de ser la excepción al caso, sino una forma singular de considerarlo, ya que la tecnología ofrece tanto estrategia como táctica cuando se trata de controlar, disponer o simplemente navegar el tiempo. Por eso quizás Mills logra mostrar que la estructura del universo se desbarata y se vuelve a armar en cada pulso de los voltajes que se emiten en una máquina de ritmos, por ejemplo. El BPM deja de ser numérico y se vuelve un asunto casi biológico; y es que es tan incontable la masa de bacterias que parecen impulsar esas máquinas danzantes como la cantidad de impulsos eléctricos que se traducen en una máquina como la susodicha Roland y otros dispositivos espaciales como reproductores de música en archivos digitales. A la hora de su arte, Mills es programador, no en el sentido de ser quien meramente articula canciones durante tres horas, sino de aquel copaz de tomar tres horas como si de compuestos químicos se tratase y con ello disponerse a la más avezada arquitectura sónica.

Investigación

«Creo que sería un error pensar que hemos hecho todo lo que podíamos hacer en la forma de arte del DJing. Eso sería un error. Yo pienso que muchas de las cosas que he hecho y descubierto e investigado pueden fácilmente llevarse a un DJ set. Simplemente depende de encontrar la forma de hacerlo, pero seguro, puede llevarse a cabo. Pienso que, de nuevo, sería un error pensar que hemos hecho todo lo que podíamos en términos de programar música para la gente, y la configuración en la que siempre nos encontramos a nosotros mismos es realmente lo que más podemos hacer. Es solo una cuestión de si la gente se vuelve tan complaciente de pensar que mi trabajo es solo reproducir música para ellos, no darles algo más.»  — Mills

Ramificaciones del instante

Un tiempo donde la música electrónica no es género sino realidad, un entorno de comunicación, una matriz de vida. Un tiempo donde no hay puntos anidados haciendo líneas de historias limitadas a la secuencia. Un tiempo inexistente que muestra simplemente el sonido como eje de un movimiento del que no se puede declarar dirección alguna. Un tiempo nuevo. Hay que decirlo muchas veces: Mills esta en este y en otros tiempos, su música refuta el tiempo. Su música es cosmología entre bucles, como si se pudiera reconsiderar la idea completa del universo a causa de una configuración diferente del tiempo, heredada al aceptar lo evidente de la fuerza del sonido frente a la materia. Intriga mucho su idea del tiempo, su discurso con los sonidos. Esa extraña forma de configurar los sintetizadores en poliritmos y compaces que se desfasan al punto de quebrar toda idea de bloques anidados para proponer más bien capas repentinas, juegos dispares y grata experimentación improvisada. Aparece así el ritmo no como mero elemento de la música, sino como eje mismo de lo que vive. Pero no solo es el tiempo de Mills como su teoría, su idea, su concepción o su arte. Es tiempo de Mills porque es tiempo nuevo para el techno, al menos en Medellín, donde ya varios iniciados y otros que seguramente llegarán como consecuencia de visitas como la del hechicero radial, que desde el mítico Detroit, abrió su techno hasta este valle.

Suena The Bells

Vuelve y juega. ¿O no? ¿Está sonando otra vez? La paradoja de Mills aparece como el más fascinante deja vu: de nuevo, suena The Bells. Tras no se sabe cuánto tiempo, vuelve a retumbar esa espiral. ¿Será una segunda vez o será que nunca se detuvo? ¿Será que es imaginario o será que está realmente sucediendo entre parlante y parlante, entre oído y oído? Aquí aparece realmente el tiempo de Mills, se evidencia su tendencia a hipnotizar la masa para crearle una atmósfera donde puedan disponer de la liberación, la expulsión, la euforia que aquí se traduce en metamorfosis colectiva, en la transmutación exquisita de carne y mente a punta de un cuerpo siendo todo oídos. The Bells es la cosmovisión del techno y su exquisita paradoja muestra en la oscilación la belleza de los sonidos electrónicos.

Entidad viva

«The Bells no solo existe sino que vive en formas que no pueden reducirse a un estable o singular arreglo de son idos. Para los fanáticos del techno, «The Bells» es más que un simple objeto que uno puede comprar y escuchar en casa; es una entidad que cobra vida en plenitud en el performance musical.» —Mark J. Butler. Playing with something that runs.

¿Dónde está esa música?

Lágrimas en muchos ojos, hipnosis en la mayoría de cabezas y una extraña pero profunda liberación colectiva traducida en gritos, saltos, vueltas, trazos aéreos de ningún cuerpo, como danzas de sombras en un lugar que empieza vacío y termina vacío, porque siempre está vacío y sabe que sobre él tan solo ha pasado un rumor. Tal vez The Bells no sonó dos veces, ni una. Tal vez suena nada realmente y el rumbo que hace bailar es solo una ilusión de las cosas, un acto de hechicería, un espejismo, como el mundo mismo.

Revolver el principio y el fin

«Grooves pulsantes de cierre, pausas entre pistas, ritmos inversos, más anchos que los ritmos normales: Mills utiliza una serie de operaciones de remasterización para alterar el sentido de la revolución: ni hacia adelante ni hacia atrás, sino cíclico. … Mills sintetiza un pizzicato agitado, altos lanzamientos que se deslizan y tiran de usted, fastidian y punzan en el cuerpo. Usted es apoderado por un estado hiperalerta, atacado por la caída de la temperatura, incapaz de alejarse de sí mismo. Los niveles de conducción altercruzan la piel y encienden la sensación, las sensaciones de movimiento frío a través del espacio. … Los ciclos escalan a través de la mecanósfera, colapsando causa y efecto, revolviendo principio y fin en circuitos recursivos, circuitos que funcionan por sí mismos. Mills personifica este proceso de AutoCatálisis y AutoCreación en el título del sello hermano de Axis: Purpose Maker. La Conciencia Tornamesa es generalizada en una máquina social que luego se manifiesta y se adora.» — Kodwo Eshun. More Brilliant than the Sun.

Música elemental

Todo parece continuar y The Bells, más que irse transita en una masa de movidas necesarias, momentos esperados, joyas irreconocibles y un sin fin de experimentos en tiempo real, bien sea navegando el crossfade o danzando en los patrones de la TR-909, todo para entregar una impresionante mezcla de movimientos y fuerzas cósmicas. Es una asombrosa sensación la de estar entre semejante multitud, sintiendo que muchos están atentos a cada movimiento, sometidos a una vivencia casi académica, crucial, radical, transformadora, apta para confirmar el hecho de que el techno, como la ciencia, o la religión, arma mundos y los explica a su manera. Obviamente ante el profesor mayor, ávido conocedor de las tendencias universales, la clase atiende también de una forma singular: se siente una sensación como de que algo importante se está aprendiendo, con cada una de las selecciones que va el artista reproduciendo, con cada uno de los momentos donde no se sabe lo que está haciendo; cuando se siente que se está ante un sabio, uno que se ha cultivado, que no solo sabe poner música, sino que transmite vida a través de la música.

No hay curva

Mills no tiene curva. Su tiempo no es línea unívoca porque el cosmos tampoco se limita a ese tiempo. En la alquimia de Mills se evidencia la idea del DJ no como un cuentero lineal que solo obedece a la secuencia como forma de concebir los motivos sonoros en sucesión. La conciencia de DJ es atemporal, capaz de abarcar otras profundidades de la temporalidad en tanto no se limita a pensar lo que sonó, suena y sonará para tejer una curva de ecos más o menos estable y capaz de mantener durante unas horas a unas personas bailando. Esa es tarea que aquí se da por sentada. La artesanía de Mills va más lejos: su preocupación cinemática parece reflejarse en una ficción sónica que no crea una curva, una historia o una mera línea de canciones. Lo que sucede es más especial: mundos dentro de cada momento, bifurcaciones de las pistas, cambios sorpresivos en los sonidos sin salirse de la órbita del entramado global. Mills construye un universo fuera del tiempo pero lo hace jugando con múltiples temporalidades. Son tres horas en el reloj pero incontables momentos en un tiempo que se proyecta sonoramente como puro espacio resonante, como mundos posibles que se habitan bajo otras reglas y que disponen los organismos a un reconocimiento de una posición diferente en el universo. Más allá de cualquier escrúpulo mesiánico, todo hay que decirlo: Mills es un profeta, un hito, la cristalización de una era, de un imaginario ya pleno, de un mundo ya completo y listo para ser habitado por las nuevas generaciones. Haberlo escuchado, si es qué tal cosa sucedió realmente, es haber presenciado un nuevo tiempo, el tiempo de Mills.

Futuro cercano

«Estamos realmente al final de una era, y en algún momento de este siglo haremos ese cambio drástico, así que mucha música que estoy haciendo prepara de alguna forma a los jóvenes. Van a poder vivir, si viven una vida sana, hasta el final del siglo. Así que sin duda experimentarán todo tipo de cambios drásticos. Así que es de crear música que de alguna manera pueda ayudarles a entender que es mejor estar abierto a nuevas ideas que fijarse y confinarse a cosas que te hacen sentir cómodo y predecible. Ser confrontado con algo que no entiendes, y tomarse el tiempo y la paciencia para esperar algo que puedes reconocer, va a ser un factor importante. Yo trato la música de esa manera. Lo precedo. Yo precedo ciertas ideas, ciertas cosas, para las personas que yo sé que las pueden necesitar más en el futuro. Creo que encajo muy bien en este tiempo. Quizás paso más tiempo pensando en cuando no estoy aquí en comparación con cuando estoy aquí; el futuro lejano.» — Jeff Mills

Miguel Isaza M

Cosa oyente y parlante.